No recuerdo un momento en mi vida en el que no haya bailado el baile de los que sobran. Ser una outsider ha sido un hecho permanente a lo largo de mi existencia. Trabajar en cuarentena me ha mostrado la otra cara, en la que soy yo quien debe dictar cátedra pues finalmente (al parecer) los que trabajamos en casa «estamos del lado correcto de la historia».
También ahora es correcto no compartir tu comida. Esto también me parece maravilloso. Pero vamos al cuento de trabajar en cuarentena.
Este post no es para explicarte como trabajar siendo emprendedora desde casa, eso ya lo escribí aquí y aquí. Escribo esto para darte pequeños pero importantes insights sobre el teletrabajo y sobre todo derrumbar algunos mitos.
No tienes que arreglarte como si fueses a la oficina
Uno de los mayores beneficios del trabajo en casa es que puedes elegir estar cómodo. Ya de por sí es bastante ridículo que te exijan dañarte la columna y la piel con tacones y maquillaje cuando tienes que ir a la oficina, para que continúes alimentando esas creencias estando en casa.
Desde que soy independiente ya no desperdicio tiempo eligiendo qué llevar; es algo que he simplificado: cuando no uso un pantalón negro con franela gris, entonces estoy usando un pantalón gris con franela negra. Solo uso algodón, es de mis textiles favoritos y mi cuerpo lo agradece.
Por ahí he leído a toda una corriente que incluso habla de maquillarse y secarse el cabello. Falso, no es necesario. No te hará mejor o peor trabajador, no te subirá la autoestima, no te pondrá en el mood productivo.
A mí por ejemplo lo que me pone en mood productivo es estar cómoda, tener una taza de café al lado y que mis perros estén bien cerquita viendo cómo me gano sus croquetas. Cosas de cada quien. Si piensas en qué te pone a trabajar créeme que nunca será estar maquillada o vestida para la oficina.
No tienes que trabajar todo el día… y si pasa es solo porque tú lo permites
Hay una frase de Steven Pressfield en su libro «La Guerra del Arte» que yo escribiría en un post it y pegaría en la pantalla de todos aquellos que se quejan porque el teletrabajo se les ha convertido en un drama de 24 horas. Yo la simplifico así: no jode quien quiere, sino a quien dejan. Pressfield es más elegante y lo escribe así:

En resumen, si eres de los que ha convertido el teletrabajo en el epítome de la esclavitud moderna es sola y únicamente tu responsabilidad. Se lo repito a todo el que comienza a emprender y se ve apabullado por sus clientes: es una cuestión de educación, de educación propia: quien no pone límites permite que otros se los impongan.
Nos han enseñado a decir que sí a todo, eduquémonos en esa maravilla de decir no cuando no podemos o no queremos. Al principio será un no rebelde, pero con el tiempo, aprendemos a decir no con amor, con respeto, incluso hasta por el bien del otro. Yo se lo digo a todos mis clientes: «para que esto funcione es necesario que tú seas feliz, y que yo también lo sea. Y yo soy feliz sabiendo que me respetas tanto que no me escribirás un mensaje de Whatsapp a las 2 de la mañana».
Y puede pasar que lo escriba. Yo seré feliz de responderlo en el momento adecuado. Luego, por supuesto.
Finalmente, todos tenemos claro que los años 1600, cuando el tirano mandó, fue hace más de 4 siglos ¿o no?
El teletrabajo no es estar todo el día pegado a la computadora
No, en el teletrabajo también hay rutinas de descanso, de desaceleración, de introspección, de productividad lateral y aunque ya no te escapas al cafetín de la empresa ciertamente sí puedes tomarte el tiempo necesario para hacer la vida social que necesitas. El teletrabajo no se trata de calentar la silla.
Como emprendedora yo «trabajo» todo el día, aunque no esté en la computadora. Esto es porque tengo mis rutinas y todas ellas tienen que ver con el hecho de trabajar. Ojo, no estoy diciendo que sigas mi ejemplo. Yo simplemente lo hago porque siento una pasión absoluta por lo que hago y gano buen dinero y autoestima con ello, pero no le permito al trabajo que convierta en un caos mi vida, no permito que tenga el timón.
Entonces, por ejemplo, tengo la rutina de dormir de 8 a 10 horas al día, y lo hago porque mi trabajo es altamente estresante, requiere de una menta clara y descansada. En resumen, pues duermo bien para trabajar bien.
Tengo la rutina de caminar y hacer alguna actividad manual durante el día (cerca de dos horas) y esto lo hago para cuidar mi estado emocional y para conectar con otras partes de mi cerebro. Tengo mi actividad recreativa para trabajar bien.
Tengo la rutina de cocinar todas las noches, y es para separar con una actividad fuera del estudio (oficina en casa), lo que fue mi trabajo con clientes de lo que será, al final de la noche, mi trabajo con mis nuevos proyectos. Tengo mi productividad lateral y esto me enriquece como profesional y me permite trabajar bien.
Así, tengo muchas rutinas más. Para terminar, una de las más saludables es organizar mi trabajo apenas empieza la jornada, definir mis entregables del día y saber que esto del trabajo, mis amigos, es un maratón, no un sprint. Así que incluso cuando estoy disfrutando mi copita de vino de las 5 de la tarde, estoy trabajando, o al menos estoy abonando a ser esa persona que todos querrían tener en su equipo.
Hoy también es domingo y escucho Crazy de Aerosmith.