Pocos lo saben pero en mi llavero solo tengo 2 llaves y una plaquita con la frase: «siempre hay una manera correcta y una manera incorrecta de proceder. Tú eliges». Este post lo escribo solo para demostrar la importancia de hacer elecciones y ser responsables por ellas. A continuación 15 cosas que decidí no hacer, tener o ser.

Yo decidí no ser madre. A mi favor tengo que nunca sentí inclinación por tener hijos y fui criada en un contexto donde la maternidad no tenía la menor importancia.

Yo decidí no ser empleada. Esta fue una decisión difícil porque siempre preferí la estabilidad de una relación laboral a largo plazo. Cambié de opinión a los 35 años y durante 2 años trabajé en paralelo en una empresa y en mi proyecto personal antes de lanzarme como Digital Planner independiente.

Yo decidí estudiar. Y tal vez esa haya sido la elección más revolucionaria de mi vida. Si me preguntabas cuando niña qué quería ser de grande, mi respuesta era: quiero tener un doctorado. No sabía qué era eso, pero estaba segura que todas esas mujeres a las que admiraba lo tenían y que estudiar (antes que otras cosas) había cambiado sus vidas. A los 12 años leí «La revolución de la inteligencia» de Luis Alberto Machado y reafirmé mi decisión. Fui la primera mujer de mi familia en pisar una universidad.

Yo decidí no tener nuevos amigos. O al menos no buscarlos activamente y de ser posible no generar oportunidades para tenerlos. Siento que las relaciones de amistad merecen espacio, tiempo y dedicación. Prefiero tener pocas. También creo que las interacciones sociales son muy exigentes a nivel emocional y a menudo te desenfocan de tus objetivos.

Yo decidí sanear mi relación con el dinero. Y la mejor manera de hacerlo fue dejar de sentir ansiedad, miedo o felicidad sobre ese tema. El dinero es importante, merece respeto, el dinero te permite hacer realidad tus metas. Es un instrumento para hacer y para tener. Pero no para ser. Para ser necesito otras cosas, he reflexionado sobre ellas y ninguna tiene que ver con el dinero.

Yo decidí no tener libros físicos. Decisión difícil. En cada mudanza mi novio, hoy esposo, me ayudaba a cargar 12 cajas llenas de libros. Los regalé. Hoy solo conservo 6 libros y uso la aplicación Kindle del iPhone para leer.

Yo decidí tener menos de 100 cosas. Esto fue hace poco y para eso comencé a tener una relación utilitaria con las cosas. Si se usan se quedan. Si no se usan, se van o no se compran. Antes debí aprender dos cosas: a no malgastar el dinero, y por tanto dejar de comprar cosas para llenar vacíos físicos o emocionales. Entender que lo único permanente e indispensable soy yo, mi persona, no las cosas. En estas 100 cosas solo cuento mis cosas personales, de las que puedo disponer sin negociar con mi esposo (que no es minimalista).

Yo decidí tener menos de 25 piezas de ropa. Amo la moda, profundamente, pero no soy su víctima. Es falso que necesitemos tener unos stilettos, una camisa blanca y vestido negro como básicos de tu closet. La ropa debe hacerme sentir cómoda, a gusto, servir a la vida que tengo y sí, debe reflejar lo que pienso. Yo revisé mi estilo de vida, mis necesidades y mis gustos. Reflexioné mucho. Hice este tablero en Pinterest, descubrí el effortless francés. Me lo pensé de nuevo y decidí que amo unos pantalones cómodos, unos zapatos bajos y un delicado sweater cuello de tortuga o jersey de cuello redondo. Si hay frío, un sobrio abrigo. Y luego simplemente me quedé con 25 piezas de ropa que cubren plenamente mis necesidades.

Yo decidí alimentarme con 90% comida real y local. Amo cocinar. Cuando vamos al supermercado puedo hacer todas mis compras sin necesidad de entrar a los pasillos centrales (que de donde se colocan los productos procesados y ultraprocesados). La alimentación basada en vegetales, frutas, cereales y proteínas te cuida. La compra local cuida lo que te rodea.

Yo decidí dormir de 8 a 10 horas diarias. Sin ningún tipo de pesar. Intenté ser de esos emprendedores que aprovechan el día y se levantan a las 5 de la mañana y no, resulta que mi calidad de sueño mejora de 4 a 8 de la mañana. Así que duermo lo que mi cuerpo pida y lo que mi mente necesite. Y debo tener alma de boba porque no conozco el insomnio.

Yo decidí unir mi trabajo al resto de mi vida. No busco equilibrar ambos aspectos. No se pelean por mi tiempo, ambos son una sola cosa. No me desconecto de mi proyecto como independiente, no quiero escapar de él. Así como Luis XVI decía: «el Estado soy yo», bueno, yo digo: «el trabajo soy yo».

Yo decidí donar el 10% de mis ingresos. Y cada vez que dono siento un shoot de dopamina, así que infiero que dono más por sentirme bien que por ayudar a los demás. Todavía no he llegado al nirvana de la pirámide de Maslow 😅. Pero bueno, lo hago y animo a los demás a hacerlo, si no puedes con dinero también puedes donar trabajo. Yo colaboro con fundaciones animalistas.

Yo decidí ser minimalista. Y me encanta. No es la primera vez en mi vida que lo soy. Fui criada en un internado, solo teníamos 3 mudas de ropa + el uniforme del colegio y podíamos usar solo un compartimento del closet compartido. Creo que conectarme nuevamente con esa austeridad, sin el agobio de las cosas (ya sea para obtenerlas o para saber qué hacer con ellas después de compradas), es de las mejores sensaciones que he tenido de adulta. Volver a ser feliz con lo mínimo es un acto de valentía en un mundo de excesos.

Yo decidí tener rutinas claras en mi vida diaria. Sé que la constancia solo es posible si cada actividad para alcanzar una meta tiene su espacio y su tiempo.

Yo decidí escribir y leer todos los días. Solo hay una actividad más sanadora que leer y esa es escribir. Cuando quieras elevarte, lee. Cuando quieras aterrizar, escribe. Si quieres conocer el mundo que te rodea, lee. Si quieres conocerte, escribe.